miércoles, 3 de octubre de 2012


domingo, 5 de febrero de 2012


Cuento

La virgen del cabaret

Cuando llegan aquí directamente desde el campo les cambiamos el nombre. Emenegilda es hoy Verenice, Carlixta es Belkis, Ifigenia es Arelis, Prieta es Marisol,  Roberta es Amarilis, Lucitania es Margarita, y así. No está bien que una muchacha joven, linda, que viene a trabajar en un centro como éste, tenga un nombre tan feo como Rudescinda, que aquí se llama Leticia. Ellas viven inventando y siempre andan con un chisme y un dime y diréte, pero aquí hay orden. Algo malo es que ellas mismas después comienzan a ponerse apodos. A la pobre Belkis le decen «La peseta», a Margarita «Jorobá», a Mildred le pusieron «Lamparita», y así. ¿Lo de Leticia? ¡Eso no tiene nombre! Leticia llegó aquí desde Monte Plata y era virgen, virgencita. A ella le pusieron «La Jabá». Le sucedió en Monte Plata que un hombre se la llevó. Tenía entonces 16 años. El hombre no era ni siquiera su novio pero ella estaba harta de su mamá, que la vivía jodiendo. No sé cómo se llamaba el hombre pero ella me dijo que no era feo y tenía casa propia. El caso es que a los cinco días el hombre la devolvió porque no pudo. La mamá no la quiso recibir y entonces Leticia vino a parar a la capital, y ya en la capital comenzó a trabajar aquí, en el Cundeamor. La muchacha tenía la tota de concreto armado: ningún hombre podía penetrarla. Mire que aquí viene Geraldo el Malo, que cuando oyó que ninguno podía se la llevó una noche y por la mañana se dio por vencido porque no pudo. Eso era la bulla por donde quiera, que ningún hombre podía. Leonor trajo a un tíguere del ensanche Espaillat que era experto en cada uno de los números, amaneció con Leticia aquí mismo, en una de las habitaciones, y no pudo. La pobre muchacha pasaba muchísimo trabajo porque algunos de los hombres se encojonaban y la golpeaban. Un día vino el coronel Conrado Magarín, se la llevó a la habitación y no pudo. Por la mañana hubo que salir con Leticia para el hospital porque el coronel le dio tantos golpes que se creía que le había roto tres costillas. Don Cleto habló con un médico, el doctor Casado, para que viera lo que podía hacer con la muchacha. Leticia fue una tarde al consultorio del médico y el doctor Casado tampoco pudo. La pobre Leticia le hizo una promesa al Cristo de Bayaguana. Se fue un sábado a visitar al Cristo, que tenía fama de que hacía muchos milagros, pero no pudo.



Del libro Nos rifamos  Luisa
Ilustración de Faustino Pérez

domingo, 4 de diciembre de 2011

Crónica Literaria


La Inocencia Número Diez
El ocaso de dos laureles legendarios


Información

LAUREL m. Arbol de la familia de las lauráceas: las hojas del laurel son usadas para condimento. // Nombre de varios árboles americanos. // Fig. Corona, recompensa, victoria: cargarse de laureles. // Laurel alejandrino, arbusto de la familia de las liliáceas. // Laurel cerezo o real, el lauroceraso. // Laurel rosa, la adelfa. // Col. Laurel comino, árbol de madera incorruptible. // Fig. Dormirse en los laureles, no continuar los esfuerzos hechos para conquistar un premio.

Dos enormes árboles de laurel de Montellano, pequeña comunidad cercana a Puerto Plata, se están secando y cayendo sus ramas, lo que está causando alarma entre los habitantes.
 
Este laurel es único en toda la región. La gente de Montellano jamás ha visto esta especie fuera de los dos ejemplares plantados hace un montón de años frente a la residencia del administrador del ingenio azucarero que funciona allí.
 
Nadie en Montellano vio nacer ni crecer los dos árboles de laurel. Desde que se tiene memoria, las dos matas existen allí, del mismo tamaño, enormes, proyectando una sombra tan larga y amplia que jamás otros árboles producen.
 
Moradores de Montellano acusan al administrador del ingenio, señor Rodolfo Pérez Ávila, de ordenar a entendidos que hicieran secar los dos árboles mediante procedimientos químicos, para deshacerse de ellos porque desde su residencia no podía mirar el entorno.


Más información y preguntas
 
La gente de Montellano considera que se trata de un crimen abominable. ¿Por qué están tan indignados? ¿Por qué consideran que secar dos árboles de laurel es un crimen? ¿Por qué acusan al administrador del ingenio azucarero? ¿Cuál es, realmente, el valor que los dos árboles de laurel tienen para los habitantes del poblado de Montellano? ¿Se defiende de la acusación el administrador?
 
Para cada pregunta, hay una respuesta. La gente de Montellano acusa y demanda. ¿Se defiende el administrador, señor Rodolfo Pérez Ávila? Sí, se defiende. ¿Quién tiene la razón? ¿Qué sucede en Montellano?


Montellano

Montellano, Puerto Plata.- Joven y elegante, Rafael Leonidas Trujillo Molina monta un caballo paso fino y se pasea por las calles de esta comunidad. Año de 1931.
 
El Presidente Trujillo visitó Montellano en ese año y estuvo tan encantado con el lugar que se quedó una semana. Pernoctó en la residencia construida por los norteamericanos propietarios del Ingenio. Decenas de soldados patrullan el lugar, medida de seguridad por la presencia del Presidente de la República.
 
Los moradores están impresionados y temerosos, pero se sienten también orgullosos de que Trujillo haga la visita y decida quedarse una semana, junto al míster blanco gringo propietario del Ingenio.
 
La residencia donde se aloja Trujillo es una imponente mansión, de madera, construida sobre un pequeño cerro, único en la geografía local. Ninguno de los moradores de Montellano ha podido penetrar a ese lugar maravilloso, en esa casa decorada con los objetos más lujosos, de finos y elegantes muebles. Trujillo fue y duró una semana.
 
Desde la calle, abajo, se pueden contemplar unos escalones, de concreto, que suben hasta el elegante balcón de la residencia. Al pie de los escalones, dos enormes troncos. Se levanta la mirada y se pueden contemplar las largas y vigorosas ramas. Son los dos árboles de laurel.
 
La gente de Montellano no sabe cómo se llama el árbol. Pero eso no importa mucho, los dioses no tienen nombres primero que sus fuerzas. Debajo de esos enormes árboles se puede estar, porque ello nunca ha sido prohibido, sino lo contrario.
 
Siempre, aquellos administradores antiguos permitieron que la gente viniera a descansar debajo de los dos árboles, al pie de la mansión, sin que osara nunca alguno penetrar los jardines protegidos por una verja. Los días de semana, luego de la faena fuerte, los trabajadores buscaban la sombra de los dos árboles enormes. El domingo y otros días feriados, se podía jugar dominó, tomar aguardiente, o dormir a la sombra.
 
Las enormes ramas ocultaban el quemante sol de verano. Si acaso llovía aquel era un techo. Las gotas se escurrían hacia los lados, mientras abajo la gente podía seguir tranquilamente sentada en los bancos de madera o las sillas.
 
Más que un encanto, aquello era algo encantador. Los dos árboles fueron plantados —era lo que sabía la gente—, por los norteamericanos. Eran dos estatuas vivas. A falta de arquitectos y recursos para diseñar, frente a la residencia impresionante, las figuras de los dioses mitológicos, los dos árboles se levantaron hacia el cielo, dominando el Sol y las Aguas.
 
Así, como dioses únicos y gemelos (porque los dos árboles eran idénticos), fueron contemplados siempre por los lugareños. ¿Acaso de esos árboles hay otros en Puerto Plata y en toda la región? Ningún otro da más sombra, ningún otro tiene la virtud de parar la caída de la lluvia.
   Además, el enigma de la residencia, a la que no se puede penetrar si no se es administrador del Ingenio...


Otra historia

Llegado el actual gobierno al poder, en agosto de 1982, las nuevas autoridades del Consejo Estatal del Azúcar nombraron al señor Rodolfo Pérez Ávila administrador del Ingenio Montellano.
 
En este central había un gran desorden, no se cumplía el horario de trabajo, se trabajaba indolentemente. Pérez Ávila recibió la orden de bajar el costo de producción y decidió poner las cosas en orden. Puso controles, apresó ladrones, se presentó personalmente a cada departamento, estableció multas para los que llegaban tarde.
 
En los alrededores del ingenio había una carrera de matas de gina a cuya sombra la gente descansaba. Pérez Ávila ordenó que esas matas fueran tumbadas. Algunos tenían conucos en las cercanías, al lado de los cañaverales. Pérez Ávila prohibió tal siembra. Las matas de gina, además de que atraían a los haraganes, impedían que desde su residencia, desde la mansión impotente, el administrador pudiera contemplar lo que se desarrollaba en el Ingenio, pues la mansión queda a menos de 200 metros de la factoría.
 
El corte de las matas de gina fue denunciado en la prensa el año pasado, pues el administrador se valió sólo de su autoridad y no dio parte a la dirección de Foresta, además de que a la gente de Montellano le pareció una exageración tumbar esos árboles.
 
Nadie adora más a los árboles que la gente de los bateyes. El hombre de la finca tiene plena conciencia de lo que vale un árbol. Más conciencia que el mismo campesino. La finca cañera son enormes predios de cañaverales, sin árboles porque la sombra impidió el progreso de las matas de caña.
 
El batey, en medio de los extensos cañaverales, es un oasis, único lugar donde hay árboles y se produce sombra. Por eso la gente de Montellano condenó que el administrador ordenara tumbar las matas de gina. Eran muchos los árboles de gina y todos fueron tumbados. Fue algo indignante.
 
Pero..., ¡ah, eso fue poco, esa fue una herida pequeña! ¡Ahora ha sucedido, en diciembre y en enero, que los dos árboles grandes, los que están frente a la residencia, los dioses verdes, imponentes, únicos, han comenzado a decaer!
 
Las hojas comenzaron a secarse, las ramas comenzaron  a caer, los árboles formidables decaen. ¡Un crimen!, la gente dice eso, ¡crimen!


La gente

La gente de Montellano teme identificarse al hablar, nadie quiere dar su nombre, pero hablan y denuncian porque están indignados. Hablo con un hombre de unos 50 años:
 
¿Por qué usted acusa al administrador de secar los dos árboles?
– Porque fue él, él tumbó las matas de gina y otros árboles; aquí sólo queda una mata de anacagüita, lo único que queda, todo lo arrasa.

«Pero si él tumbó las matas de gina podía tumbar las de laurel, sin necesidad de secarlas, ¿no cree usted?», es la otra pregunta.
–Lo que pasa es que le llamaron la atención por lo de las matas de gina, y como no podía tumbar las dos matas del frente de la casa, mandó a secarlas.

Dice este hombre que «cuando quieren joder una mata, como no la pueden tumbar porque está prohibido, la barrenan, le hacen un hoyo y le meten yerbicida; eso la envenena».

Agrega:
–La inyectan, le meten yerbicida. ¿Usted quiere secar una mata y no quiere que lo jodan? La inyecta. Le hace un barreno, inclinado hacia bajo, le echa yerbicida, le pone un tapón y lo deja ahí. Se seca.
 
Este hombre, visiblemente acongojado, asegura que ese fue el procedimiento que se utilizó para acabar con los árboles de laurel. Se pregunta por qué no se secó una, sino las dos al mismo tiempo.

–Teníamos eso como una reliquía, el palo más viejo que pudiera haber aquí se llamaba ese, junto a la anacagüita que todavía queda -dice.
 
Un hombre de 70 años, fuerte todavía habla:
–Mister Guimbol fue quien trajo esa mata aquí. Nadie la ha podido reproducir; hemos sembrado una semilla que echa, pero no nace. También vivía ahí el mister Quilbor. Matar esa matas es el daño más grande que se le pueda haber hecho a Montellano, todo el mundo ha criticado eso.

En una herrería, un hombre joven, atlético, de unos 30 años, comenta el suceso de los árboles de laurel:
–Eso es un crimen. Esos árboles no echaban raíces hacia arriba, como la almendra. Era como la jabilla, que echa una raíz hacia abajo, como rábano.
–Mire usted -dice otro-, esa casa estaba preparada con toda clase de muebles, con toda clase de lujo, pero ya no, se han llevado todo; ahora cuando viene un administrador nuevo tiene que traer su mudanza, ahí no queda nada.

A todo esto, hay que saber qué dice el administrador, el señor Rodolfo Pérez Ávila. El reportero llegó frente a la mansión, debajo de la sombra que todavía, secándose, proyectan los árboles. Un vigilante anuncia al administrador que un periodista «de la capital» quiere hablar con él.

Abren la puerta de hierro, pero no subo los escalones de concreto porque el administrador está en el patio y se me conduce hacia ese lugar por un callejón. El administrador está en pantalones cortos, viendo unos puercos que cría. Saludo y me presento. Me invita a subir a una terraza protegida con tela metálica, contra los mosquitos.
 
Le explico al administrador el motivo de mi visita, la acusación que le hace el pueblo.
 
He aquí la declaración que me ofreció el administrador Pérez Ávila:
 
«Es cuestión de vejez. No hay ninguna razón fundamental para tratar de secar dos árboles como esos, que sirven de embellecimiento de esta casa y que tienen alrededor de un siglo.

«Por el contrario, nosotros trajimos técnicos especializados de Playa Dorada (un proyecto turístico de Puerto Plata) y esos agrónomos junto con los de aquí les dieron un tratamiento especial. Se les hizo un relleno especial, porque tenían las raíces afuera. No obstante, siguen secándose los árboles; es que los mismos tienen alrededor de un siglo y creo que es cuestión de vejez.
 
«Son árboles que tienen ya demasiado tiempo y como es natural las raíces estaban afuera y eso los afectó. No hay ninguna razón para que nosotros tratemos de secar dos árboles como esos que son de tanta importancia para esta residencia. Los técnicos que trabajaron dicen que no hay ninguna posibilidad de que puedan subsistir, que es asunto ya de vejez.
 
«Esa especie de laurel lo trajeron aquí los americanos que compraron los ingenios. De esos árboles hay en Consuelo, en Porvenir, en Santa Fe, en la mayoría de los ingenios.
 
«Esta residencia tiene un gran valor histórico. Fue utilizada por Trujillo, que pernoctaba aquí. Mister Kilbor, aquel famoso americano que era dueño de los cuatro ingenios del Este también fue dueño de éste. Esta residencia tiene un valor histórico incalculable».
 
Con esa declaración del Administrador del ingenio Montellano concluía el reportaje. Di las gracias al señor Pérez Ávila y me retiré. Alguna gente de Montellano refutó la versión del administrador; nadie le cree, pero, ¿acaso los árboles no mueren de viejos?
 
En la carretera de Montellano a Puerto Plata, antes de llegar a la ciudad, está el proyecto Playa Dorada, una inversión millonaria del gobierno dominicano.
 
Tuve la oportunidad de conversar con el jefe de los técnicos del proyecto Playa Dorada, agrónomo Geraldo Tejada. Le pregunté sobre el asunto de los árboles y el trabajo que hicieron los técnicos bajo su dirección, según el Administrador Pérez Ávila. Me ofreció la siguiente declaración:
 
«En ningún momento se nos ha acercado ese Administrador para buscar asesoría o ayuda: para eso ellos tienen en ese ingenio bastantes agrónomos, nosotros no hemos acudido a ese lugar.
 
«Indiscutiblemente, para el equilibrio ecológico esos árboles tienen un valor incalculable. Usted me ha preguntado si intencionalmente se pueden secar esos árboles. Pues sí, con productos químicos se pueden secar.
 
«Si se han secado en tan corto tiempo es motivo de duda y preocupación. Si es algo que se ha producido de manera fortuita, es una gran pérdida; si ha sido adrede, es un crimen».
 
En el automóvil en que regresaba de Puerto Plata, venía pensando en los dos árboles de laurel, en la mansión imponente, en las ramas secándose y cayendo, y en una vieja locomotora que, por inservible, es exhibida como objeto antiguo, casi frente a la residencia del administrador.
 
Todavía a la vieja locomotora se le ve el nombre, pintado con letras blancas:
   
La Inocencia No. 10



Periódico El Sol
1983


Del libro «Muérdago. Crónicas Literarias»
Ilustración de Faustino Pérez

martes, 13 de septiembre de 2011

Crónica literaria


ADRIÁN JAVIER DESBORRADO (1)

Con un estropajo le estrujamos todo su cuerpo, por dentro y por fuera. Luego nos procuramos una esponja noruega capturada por Natil Al Quilado en los mares imposibles del centro de África y se la aplicamos por todo el cuerpo negro. No dijo ni pío. Entonces usamos jabón de cuaba. Y mira que la cuaba arde y fue cuaba en incendio. También usamos jabón bola azul, que se desintegró. La mierda de gato es una cosa del carajo. Lo restregamos con Omo y un estropajo metálico. Le echamos Ace, Limpiol, Hispano, Ariel, Candado, Salvavida, Para Mi, Sulfatiasol, Arrasacontó, ácido muriático, ácido un placer, ácido del Diablo. No había forma. Le echamos gas del morao, creolina, aguarrás, legía. Después de muchos baños, para constatar si estaba limpio, buscamos al Güeledor de la Hacienda Fundación* y no lo soportó. Le dimos un baño de sol, un baño de oro, de plata, un baño turko, un baño de mármol, un baño de vapor, un baño en Alhama, otro en Thermas, un baño d María, un baño de asiento, y nada. El agüista Faustino Pérez lo llevó varias veces a Boca Chica en domingo. Nada. Lo llevamos a la laguna de Gri-grí, a los balnearios de La Toma, La Matica, Palenque, Juan Dolio... Lo lavamos con arena de las dunas de Baní, lo lavamos con agua bendita, con aguamanil, con aguardiente, con agüita de sal, con agua lluvia, con aguaita, con agua de colonia; le dimos con las tejas de un tejado de baño, lo bañamos con aguacate, lo bañamos en un aguacero, con aguacal, con aguacha, con aguachil, con aguamala, con aguaje, con aguamarina, con aguamansa, con aguanieve, con guaverde, con aguapié, con aguafiesta; lo dejamos caer de un tejado de dos aguas, lo sumergimos en ácido nítrido diluido, lo bañamos en agua regia, le dimos un baño sauna. Nada. Por fin alguien que no soportaba el hedor de mierda de gato contrató al señor Grenouille, con el permiso del señor Patrick Susskind, y el señor Grenouille preparó un perfume especial que le quitaba todo mal olor, pero advirtió que la borradura anterior fue tan fuerte que el nuevo perfume estaba garantizado por pocos números de Vetas, dependiendo de la conducta del poeta.

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*En la Hacienda Fundación, finca del Generalísimo Doctor Rafael Leonidas Trujillo Molina, Primer Maestro, Padre de la Iglesia, Benefactor de la Patria y Padre de la Patria Nueva, ése Hijo de la Gran Puta, había potreros con miles de vacas y establos para el achico y ordeño. Cuando después del ordeño general los bidones de leche estaban llenos y dispuestos para la refrigeración, un especialista se dedicaba a oler el contenido de cada bidón para verificar que ninguno tenía la leche cortada, debido a que el contenido de cada bidón iba a un contenedor mayor que recibía la leche de decenas de bidones. Si un bidón con la leche cortada era echado a ese contenedor, toda la leche de dicho contenedor se cortaba. «El güeledor», como le decían en la hacienda, pues, debía tener fino olfato. Pero contratado el güeledor para oler al poeta después de todos los baños, no soportó el olor a mierda de gato y salió huyendo.

________
1 El poeta había sido borrado con mierda de gato de las páginas de la revista Vetas después que publicó en el Listín Diario un texto que anteriormente había entregado para dicha revista.

Revista Vetas número 35
1998

Del libro Muérdago, crónicas literarias
Ilustración de Faustino Pérez

domingo, 4 de septiembre de 2011

Crónica literaria


Ana Tomé
El placer es siempre egoísta

En 1996 Ana Tomé era la Directora del Centro Cultural de España. Me concedió una entrevista para la revista Vetas pero no se publicó como tal, como entrevista, sino como una crónica literaria que fue lo que el ánimo me dictó que redactara. De esa manera la entrevista se mantiene inédita y espero incluirla en mi libro «Fogatas, mujeres por amor al arte», en que recojo entrevistas, crónicas y otros trabajos que he realizado con mujeres escritoras, pintoras, musicólogas, periodistas, teatristas y con otras especialidades en artes y animación cultural. Mientras tanto, aquí está la crónica sobre la inolvidable Ana Tomé.

He aquí a Ana Tomé, española. Le pregunto cómo entiende ella que debe ser un centro cultural. Me dijo lo siguiente: «Para empezar, un lugar vivo, un lugar abierto, en el que se permita y se potencie la polémica, en el que se dé cabida a los distintos puntos de vista, poco burocrático, y sobre todo divertido en el más amplio sentido de la palabra. Es decir, que ofrezca unas actividades que produzcan placer al que las vive».

Y, según mi criterio, eso es el Centro Cultural de España hoy. Vamos a llamarle en lo adelante El Centro, que es ella misma, su directora. A mí ella, Ana Tomé, me apabulla, me ase con su ansiedad por lo práctico y su conversación es el total de nuestro encuentro:
«Creo que hay que tener una doble o triple perspectiva, unos planes a largo plazo y unos planes a corto plazo, es decir, no dejar de hacer hoy porque pasado mañana vas a hacer. No. Hay que ir haciendo simultáneamente, planificando a corto y a largo plazo», dice.

Más: «Yo, lógicamente, al llegar al país empecé a hacer cosas, que no son necesariamente el total de lo que quiero hacer o la línea definida de lo que quiero hacer, pero mientras tanto voy organizando lo que entiendo que debe ser la vida de un centro de cultura contemporáneo».
Ah, debo decir que lo que estás leyendo es una conversación que hemos sostenido Ana y yo. He notado con agrado que El Centro se ha convertido en un lugar muy activo, donde se respira trabajo, organización, casi-casi una sobreactuación de los funcionarios. Y todo esto es por la inyección de la hiperactiva Ana Tomé, una de las mujeres más divertidas que he conocido.

El público cultural de Santo Domingo debe tener muy en cuenta algo que me dijo Ana: que no somos muy críticos, o simplemente críticos. Es más, ella lo que quiso decir, aunque no lo dijo con esa palabra, es que somos muy cándidos.

¿Cómo lo dijo? Le hice yo el comentario de que El Centro tiene hoy una imagen muy buena, de activismo cultural, y que se notaba que ello era apreciado por el público. Me advirtió que lo que me iba a decir ahora podría actuar en su contra, pero que ella cree que los dominicanos «sois muy buenos».

Dice la amiga Ana que en nuestro medio quizá haya crítica soterrada, quizá se producen malos entendidos, o desentendidos, pero que no hay debates ni confrontación de opiniones. Creo que lo que ella dice no debe actuar en su contra, si lo asumimos como una verdad, como el señalamiento de un mal que padecemos. Lo que tenemos que hacer es agradecérselo. Muchas gracias, Ana.

¿Cómo lo dijo?: «Digo que los dominicanos sois muy buenos, en el sentido de que..., quizá haya crítica soterrada, quizá haya malos entendidos, desentendidos, pero yo nunca he estado aquí en una actividad, en una presentación, una puesta en circulación de un libro, una inauguración, en el cine-club, e incluso en debates de un carácter más social o político, en que se establezcan polémicas, como muchas veces sucede en España, donde realmente hay confrontación de opiniones. Estoy hablando de opiniones.

«Tanto los espacios de los centros culturales como las revistas, como los medios escritos, como los encuentros, deben de ser foros para el debate. Creo que es muy aburrido...»
¡Dios! Cuando dijo aburrido hizo una pausa y comenzó a hablar de otra cosa! ¿Qué sería lo que iba a decir de nuestro aburrimiento? Yo me propongo, mientras tanto, convertir a Vetas en una revista crítica, combativa, polémica, lo que hasta ahora no he logrado, pero estoy de acuerdo con hacer de esta revista lo que ella cree que debe hacer en un centro cultural:
«A mí lo que me gustaría hacer son las actividades culturales con las que yo disfrutaría como público, lo cual no es siempre cierto, claro, por la diversidad que digo que deben tener los centros y que tengan los espacios abiertos. Claro, no vas a hacer sólo lo que a ti te gusta personalmente porque para eso eres la persona que diriges; no, tienes lógicamente que dar cabida también a lo que no te gusta, pero, naturalmente, encontrando un equilibrio».


Mucha atención

Atención, mucha atención. Aprovechemos la esencia crítica de Ana Tomé, que no tiene pelos en la lengua. Ella dice:

«Yo encuentro que aquí hay en realidad sobredosis de actividades culturales. Hay cientos de exposiciones, hay millones de tertulias, se es muy conversador, gusta mucho encontrarse y a veces, con tanto encuentro, no da tiempo a fundamentar la opinión, porque no te da tiempo, realmente, a quedarte en casa leyendo, no te da tiempo a quedarte escribiendo si escribes, pintando si pintas, lo que hagas.

«Creo que aquí es muy fácil el acceso a mostrar el trabajo. Por ejemplo, no es normal que haya tantísimas exposiciones como hay. Se alienta la creación aunque sea mala creación y yo tampoco estoy de acuerdo con eso, creo que para exponer hay que pasar una criba profesional, como en el resto del mundo y como en el resto de las cosas, es decir, uno puede ser buen o mal artista, buen o mal escritor, en primer lugar tiene que estar dispuesto si ofrece su obra al público a que se le juzgue, sin indignarse ni enfadarse ni hundirse en la miseria, por un lado, y por otro debe también ser uno capaz de aceptar que no pasa de ser aficionado. Si tú eres un aficionado no tienes porqué exponer en un centro de cultura profesional».

Más claro, ni el agua.

Me contó Ana, en otro orden, que cuando le propusieron venir a Santo Domingo a dirigir El Centro, se dedicó a buscar información sobre el país y encontró muy poca literatura en las más importantes bibliotecas de España. Encontró lo clásico: Pedro Mir, Juan Bosch, Manuel del Cabral...

Entonces ahora que está aquí se ha dedicado a enviar cosas a España. Que lo diga ella:
«Otro de mis empeños, estando aquí, es justamente hacer la exportación de la cultura dominicana. Me paso la vida circulando solicitudes para que hagamos llegar a España publicaciones, videos, música, producción dominicana, en primer lugar porque yo sé que va a ser bien aceptada en las bibliotecas, que son centros de investigación a los que se dirige la gente interesada en encontrar información».

Le pregunto: ¿En qué proporción estás enviando obras?

«Mira, no muy anárquicamente. No tengo fondos para comprarlos; no puedo, de los fondos de programación que tengo para El Centro dedicarme a comprar libros para mandar a España. Pero pido siempre que se hace una puesta en circulación dos ejemplares, que son uno para nuestra biblioteca y otro para la biblioteca del Centro de Cooperación Iberoamericana. Si alguien además quiere que mande a alguna otra biblioteca, como puede ser una biblioteca universitaria, o alguna biblioteca con la que tenga contacto esa persona por algún motivo, lo hago.

«Mandaría más pero es que, claro, tienen que llegar a mis manos, y como estoy metida en muchas cosas tampoco soy sistemática en mi demanda».

La lucidez de Ana, por otro lado, consiste en lo nuevo, en buscar lo novedoso, los brillos más recientes. Por eso tiene un concepto muy suyo y por lo tanto distinto de la contemporaneidad, lo que, por supuesto, caracteriza a El Centro:

«Yo creo que es importante, por ejemplo, que haya un espacio abierto para lo más contemporáneo, en el sentido no sólo cronológico del término, que es el sentido en que normalmente yo lo veo utilizado en este país. Para mí, en términos de arte y de cultura no es contemporáneo todo lo que sucede en mi plazo de vida. Es contemporáneo un cierto uso del lenguaje, sea plástico, sea escrito, sea musical, etcétera, que transmite de una determinada forma.

«Tan contemporáneo es de 1996 el arte naïf de las aceras del malecón como las instalaciones de Tony Capellán, o como los bodegones de Mariano Eckert, y sin embargo no todo es lenguaje contemporáneo en esas tres expresiones que coexisten en el tiempo.

«Luego yo hago un uso de lo contemporáneo que no se refiere al calendario, hago un uso de lo contemporáneo que se refiere al concepto un poco ya estandarizado en el que entendemos que es una aportación de un determinado lenguaje.

«Si hablamos de poesía sucede lo mismo..., no sé..., más contemporáneo es en el sentido que yo lo estoy utilizando el uso cortado de los versos de Ezra Pound que un romance de amor que se cante en la escuela, recién inventado por el niño que está en el tercer grado, ¿no?»


¡Qué retahíla!

Se me ocurrió hacerle una pregunta común y corriente, con la que en realidad debí comenzar, y entonces creí conocerla a fondo, aunque temo que ella se multiplica tanto que nunca conoceré todos sus alcances. En lo adelante leerás preguntas y respuestas y a continuación ella enumerará la multiplicación de sus pecados:

Clodomiro.- ¿Quién es Ana Tomé?

Ana.- Una servidora (risas).

Clodomiro.- Encantado (risas).

Ana.- (De repente seria) ¿De qué quieres que te hable? ¿En lo profesional?

Clodomiro.- ¡Qué sé yo! ¡En lo profesional!

Ana.- Soy muy atípica de profesión, tengo una formación en letras, estudié ciencias de la información y me diplomé en filología, y duré en la diplomatura tres años. Cuando estaba en cuarto de ciencias de la información, periodismo, empecé filología, porque mi intención era hacer literatura comparada, y yo estudiaba inglés.

Me gusta mucho la traducción y de hecho soy traductora profesional. Al terminar periodismo me quedé un año más en España, luego me dieron una beca, me fui a Londres, y entonces lo dejé en tercero, no terminé. Luego comencé trabajando periodismo, cosa que no me gustó mucho. Me dieron una beca para ir a Nueva York, era una beca del Instituto de Comercio Exterior Español para hacer un stage en la Oficina Comercial Española en Nueva York. Lo que hice fue un estudio de mercado sobre la implantación del diseño y la moda española en Estados Unidos, y a partir de esa experiencia estuve trabajando en un consultin, que llamamos nosotros, de marketing turístico, con lo cual me pasé como tres años paseando por el mundo organizando las promociones de turismo español en el extranjero. Viajé mucho.

Y como yo siempre he tenido una vinculación personal con temas culturales, pues tengo muchos amigos, o amigos de mi familia, artistas plásticos, actores, dueños de galerías, pues siempre he hecho colaboraciones, siempre he participado en ediciones, por ejemplo tengo buen ojo para las correcciones de pruebas.

Me he interesado siempre por el cine, conozco también a productores; como por relaciones personales siempre he participado en la organización de temas culturales y demás, entonces me fui profesionalizando más hacia ese sector, porque, bueno, por afición, porque cada vez las cosas que los amigos me pedían como colaboración se fueron convirtiendo en cosas que me quitaban más tiempo profesional y entonces me fui profesionalizando en ese sector.

He hecho coordinación de exposiciones durante bastantes años, trabajando en sitios de distintos variopintos, en televisión.

Clodomiro.- Tan estacionario que soy yo me asombro cuando escucho a mujeres como Pepa Acedo y como tú, Ana. Ustedes son mujeres que tienen mucho de aventureras y de trotamundos.

Ana.- Mmmmm, bueno, trotamundos desde luego sí, porque he hecho muchísimos kilómetros... Aventurera...

Clodomiro.- No lo pregunto en un sentido despectivo... La aventura es una cosa fantástica.

Ana.- ¡Sí, ah!, yo no me lo estaba tomando con sentido peyorativo, no. Estaba pensando un poquito en qué es la aventura. La aventura es el gusto por descubrir lo que no conoces, por ejemplo. A lo mejor en ese sentido sí, pero yo no soy aventurera..., bueno, quizá alguna gente consideraría..., en el sentido de ser, por ejemplo, físicamente arriesgada... ¡Hombre sí! Conduzco bastante de prisa, me gusta bucear.

Clodomiro.- ¿Bucear?

Ana.- Sí, eso lo he hecho al llegar a este país, porque uno de los primeros planes que me propusieron fue salir a bucear y yo no tenía el carné de buceo, no había hecho nunca el buceo con bombonas. No pude ir, me dio tanta rabia, me quedé con tanta pena, y no me volvió a pasar: me hice un curso de buceo y ya, puedo salir a bucear.

Bueno, en el sentido del gusto por lo desconocido, pues sí, quizá sí soy aventurera. Pero por otra parte soy una persona con muchas raíces en el sentido de que estoy con una familia muy grande, con mucha relación entre nosotros, tengo amigos de toda la vida, diríamos.

Es decir, el hecho de hacer kilómetros no quiere decir que estés desarraigado...

Clodomiro.- ¿Sabes qué quieres hacer dentro de dos años, tres años?

Ana.- ¡No, no! ¿Qué quiero hacer? No. Así preguntado, no.

Clodomiro.- Cuando termine tu misión aquí, en este Centro.

Ana.- Lo más probable es que me vaya a otro centro, pero no lo sé. De hecho yo muchas veces he hecho cosas que en mi entorno se han considerado arriesgadas: dejar un trabajo que se consideraba bueno, con muy buen sueldo, con muy buenas condiciones, por otro con menos sueldo, porque me interesaba más en ese momento, porque el proyecto me interesaba.

O en otra ocasión antes de tener confirmado, antes de tener en la mano los papeles de si la beca que me parecía que me daban, todavía no estaba confirmada, pues ya renunciaba porque prefería hacer no sé qué ese último mes. Es decir, cosas de ese tipo que a lo mejor se consideran de riesgo, ¿no?, pero la verdad es que a uno siempre le es difícil verse.

Clodomiro.- ¿Qué obra de arte te gustaría realizar?

Ana.- Pues fíjate que no soy muy creativa en ese sentido, no tengo aspiraciones, soy muy crítica conmigo misma, yo..., puestas a fantasear..., puestas a fantasear: lo que me hubiera encantado ser es una magnífica bailarina de ballet.

Clodomiro.- ¿Escribes?

Ana.- Sí, escribo. Hacer hago de todo. Pero no tengo ninguna pretensión de ponerlo en común, de hacerlo público. ¿Escribir? ¡Vamos, escribo desde...!

Clodomiro.- ¿Escribir y no publicar? ¿Con qué objetivo?

Ana.- Con el mismo objetivo con el que se lee, por ejemplo, con el mismo objetivo con el que se ve una película.

Clodomiro.- Es egoísmo, escribes sólo para ti.

Ana.- Bueno, sí, el placer es siempre egoísta. Aparte de que no soy nada sistemática.

Clodomiro.- ¿Qué escribes?

Ana.- ¿Me hablas de género, prosa, poesía, no sé qué? Yo no abundaría mucho en el asunto. Escribo siempre en prosa, pero vamos, este no es un tema... No es que tenga algo oculto en el cajón que si saliese fuese un descubrimiento. Lamento comunicar que no daré ninguna sorpresa.



Revista Vetas número 25
Diciembre de 1996

Del libro Fogatas, mujeres por amor al arte
Ilustración de Faustino Pérez